Pretensiones sobre el derecho a dar vida
Ahora que me falta tan poco para terminar la carrera recuerdo mi paso por algunos campos de su universalidad. Recuerdo que empezando carrera vi una electiva que se llamaba Ética Profesional, con una señora muy querida y con un genio bastante fuerte, que nos aclaró desde el significado mismo de los términos Moral y Ética, hasta llevarnos a una conferencia sobre la Ética en la manipulación genética en los seres humanos. Hasta ahí todo muy bien, después vi otros cursos relacionados con el género, con algo de psicología, siempre me llamó la atención pero la verdad durante varios semestres estuve haciendo cacería a un curso que se llamaba si no estoy mal "Mujer y Género", dictado por la famosísima Florence Thomas. Tuve muchas ganas de conocerla, de participar en ese curso, de aprender cosas, de mostrar mis puntos de vista, estaba totalmente seguro que, si bien Florence era conocida por poner notas no muy altas a sus estudiantes hombres, el caso conmigo iba a ser diferente, por la concepción que he tenido sobre la mujer desde que empecé a entender lo que quería para mi vida, los sueños, los planes y los proyectos, desde luego uno de ellos, la vida en familia.
Resulta que Florence Thomas trabaja hace bastante tiempo con la facultad de Ciencias Humanas, ha aportado numerosos escritos a la biblioteca del centro de estudio de Género en la Universidad, y ante todo, es una defensora de los derechos de las mujeres. Como lo comenté antes, siempre tuve un particular interés en entender de una manera integral al genero femenino, y no había mejor oportunidad a nivel académico y profesional en la ciudad que asistir a esta cátedra.
Florence dejó de dictar ese curso así que me quedé con la curiosidad de escucharla, de ver las cosas directamente desde un punto de vista femenino, con todas las connotaciones históricas, humanas, políticas y emocionales que habría podido encontrar. Sin embargo, un seguimiento a sus columnas en el periódico El Tiempo me causaron un profundo desconcierto, y el argumento es el tan polémico, tema del aborto.
El caso de una niña de 11 años violada reiteradamente por su padrastro fue el escudo de Florence para escribir sobre su inconformidad por las leyes colombianas que, mediante la constitución, protegen los derechos más elementales de los colombianos.
Los seres humanos adquirimos la nacionalidad y todos los derechos constitucionales, no desde el nacimiento, sino desde el mismo momento en que el óvulo es fecundado por el espermatozoide. Es el inicio de la vida, un ser humano en formación y crecimiento, de la misma manera cuando tiene 2 semanas de gestación que cuando tiene 2 meses, o dos años, ya es una personita con toda una vida por delante.
Más que decir que soy católico, creo en Dios, y sobre todo creo en la vida, en la bondad, en el respeto hacia todo ser humano, en nuestra tarea en este mundo que es procurar hacerlo todo mejor, participar en una sociedad, luchar hasta el cansancio por lo que nos dicta la conciencia, luchar contra las injusticias y en lo posible tener una alta formación integra e intelectual, que nos permita desarrollar un criterio acertado y justo sobre las situaciones de la vida.
Diversas comunidades religiosas catalogan el aborto como el crimen más horrendo que puede realizar el ser humano, argumentando que atacar a otro ser humano absolutamente indefenso, en el mismo vientre de la madre, es sencillamente una aberración.
Si hablamos en cuanto a política, al menos en Colombia, constitucionalmente, existía una violación al primer artículo de la misma, el derecho a la vida ya que el ser humano se constituye una vez el óvulo se fecunda, gozando de todas las garantías que le da la ley y el estado. Esto era así hasta que la Corte Suprema de Justicia, el órgano legislativo más poderoso del país, realizó una enmienda en las leyes para permitirlo en tres casos:
Malformación
Violación de la madre
Riesgo inminente de muerte para la misma.
Personalmente no estoy 100% de acuerdo con esta medida, por cuanto, moralmente, ningún ser humano puede arrebatarle la vida a otro. Pero es evidente que habrían excepciones donde este aborto, como último recurso, salvaría la vida de la madre, o la libraría de un caso donde se compruebe con absoluta certeza que esa nueva vida no tiene esperanzas de vivir por una deficiencia para la cual la ciencia aún no tenga una solución.
Hasta este punto todo parece normal, pero tengo una robusta postura en contra a Florence, respecto a sus columnas, sobre la posición adquirida de luchar en pro que el aborto se despenalice del todo en nuestro país. Es doloroso, leer estas ideas de una persona con una importante formación académica, y más aún, con una participación en una institución tan sensible para el país como lo es la Universidad Nacional. Florence de cierta manera es una representante de tantos estudios y logros de la mujer, y su trabajo es admirable, como todo lo que se hace con una profunda convicción a lo que se considera y se SIENTE correcto. Pero esto me parece un revés enorme, porque el respeto a la vida no puede condicionarse o tratarse tan ligeramente como aparentemente ella lo plantea. El aborto indiscriminado es algo insensato y cruel, no porque lo diga la constitución, no porque lo diga la iglesia, sino porque es contrario a la naturaleza humana, porque es ética y moralmente perverso y profundamente egoista, el decidir dar o no dar vida, como si fuese algo propio. Personas instruidas, adultas, sensatas, podemos generar una reflexión social, y llegar a concluir como un grupo que deben existir limitaciones firmes para esta práctica, y que precisamente, por estar en contra del ser humano, es que existen mecanismos como la objeción de conciencia que aplican los médicos para no realizar esta intervención.